jueves, 4 de junio de 2009

PSICODRAMA EN PRIMERA PERSONA (Parte III)

Con esta entrega termina la saga. He optado por partirla en tres trozos por varios motivos que no incumben a nadie más que a mí, que pertenecen al ámbito de mi intimidad personal. Voy a decir los motivos que me han impulsado a filetear este engendro:
    • Para que no ocupara mucho una sola entrada
    • Porque la historia no tiene coherencia ni estructura y puede leerse en cualquier orden
    • Porque así me cuenta como tres entradas en el archivo y parece que el blog tiene más actividad
    • Porque me ha salido de la polla.

Bueno, pues eso es todo. Léelo en el orden que te parezca, empezando por la parte I y siguiendo por la parte II y después la parte III (ésta) o como sea. O mejor, no lo leas: quema tu PC en cuanto abras este post y sal a la calle a oler tubos de escape y restregarte contra el cemento. En todo caso, hagas lo que hagas, tenemos una cuenta pendiente y voy a enviar a mis sicarios a buscarte para que te canten el repertorio completo de los Hombre G en bucle infinito.


ooooooooooooooooooo


CINCO

A veces la vida se detiene y echa hacia atrás. Nos alejamos del aeropuerto, de vuelta a las calles de la ciudad. Los autobuses, llenos, retroceden, y a través de los cristales del taxi, esta vez, sí que alcanzo a ver las columnas del hotel, cagadas por las palomas. Nuestras maletas salen del coche y nosotros volvemos a ocupar nuestro sitio en el comedor del hotel. Es uno de esos restaurantes en los que el camarero acude presto en vez de gritarte ¡Ya va! En mi reloj, las agujas retroceden hasta marcar las 9:05.

-¿Qué desean tomar los señores?

Beber:
[x] café con leche
[x] cortado

Mojar:
[x] tostadas
[x] curasant

-Tenemos prisa.
¿Has cogido los billetes?
[x] sí, los llevo en el bolso
[x] ¡no! espera…

-…
[x] sí, aquí están.
[x] no los encuentro, ¿seguro que no los has cogidos tú?


-Llegamos tarde
[x] ¡Pues come y calla!
[x]

-Voy a llamar a un taxi, ¡Camarero! Pida un taxi.

9:15




SEIS

Cuando el avión se pone en marcha y empieza a acelerar, mi cuerpo se pega al asiento. Miro alrededor y veo pasajeros sentados; por la ventanilla mi mirada se cruza con la de un chaval que nos observa desde el cochecito de la escalera por la que hemos subido al avión hace unos minutos. Me ve pasar y me imagino cómo contempla el despegue y después el avión subiendo mientras describe un arco, encara su destino y se aleja cargado de capullos rumbo a no-sé-dónde. Y entre los imbéciles que transporta, yo, sentado en el 24V -ventanilla-, mirándolo, todavía anclado a la pista, pero volviendo la vista atrás, con el cuerpo pegado al asiento, retrocediendo.

[…]


ooooooooooooooooooo


A estas alturas del relato el lector cuenta con los elementos básicos de la historia. Se trata de una revisión de “la máquina del tiempo” o de la historia de Neuman. En el planteamiento más popular del viaje en el tiempo se adopta un enfoque físico. El tiempo es una dimensión (como lo es el espacio) que puede surcarse según unas reglas. Las acciones en el pasado tienen repercusiones en el futuro. Pasado y Futuro (o presente) son realidades. No es el caso en este relato. La realidad aquí es subjetiva. Es la que se quiere ver. El viaje en el tiempo es subjetivo. Todos podemos hacerlo. Consiste en la identificación de la realidad con los recuerdos y la manipulación de los recuerdos con el fin de alterar la realidad. El tiempo es subjetivo en esta historia en la medida que el narrador lo surca a voluntad. Más allá, la “realidad” es multidimensional. El tiempo es sólo una cosa más. El autor nos propone el viaje en el tiempo. En nuestro tiempo y en nuestra mente. Un viaje que, sin duda, practicamos ya, por lo que su pedantería queda patente al proponérnoslo. El muy capullo se cree que con todas esas patrañas nos está enseñando algo. ¡Como si no lo supiéramos! Pero no contento con ello insiste en una serie de subnormalidades (no pueden calificarse de otra forma) estilísticas del estilo “vuestra merced tenga a bien mi idiosincrasia” o “huelga óbice a mi objeción”.

Por todo ello considero esta obra mediocre y ordeno su destrucción para mayor gloria de la condición humana, etc.

A día de hoy, YO, Señor Censor.


ooooooooooooooooooo

Señor Censor,

Todos cuantos argumentos emplea vuesa merced son de justicia y por tal los tengo. En efecto, es “capullo” el autor, es “mierda” su obra. Asimismo, la pedantería florece en ella como el hongo en la podredumbre. No obstante, y en sagrado cumplimiento de mi deber, me siento impulsado a señalar a vuesa siempre sublime y noble merced que otras virtudes concurren en la citada obra que aconsejan su difusión. La obra es en sí, el sincero retrato de un imbécil que aspira a más altas estancias. En su seno están cuantos tópicos trufan las mentes más abyectas: la obsesión por el robot y por el poder, los valores burgueses, etc… Sé que no es fácil arrastrarse en el fango para un ángel, pero en honor a la más alta misión que nos inspira, ruego a vuesa siempre gloriosa merced que en releyendo el relato en su conjunto preste atención a cuanto le he indicado. Sin duda nuevos pensamientos florecerán en su espíritu, decantándolo por un pronunciamiento favorable a la publicación.

Su Editor, a su servicio X

PS: Cabe destacar la identificación del imbécil con la máquina (robot) llevada al extremo de envidiar su papel en el mundo.

lunes, 1 de junio de 2009

Interludio Submarino

Querida estrella de mar

Verte nadar me horroriza cuando podríamos estar retozando en la cama. Una de tus puntas es la mano que acaricia. Otra, la hermosa coleta. Coleta que ahora deshago y ya mi mano acaricia tu nuca estelar. El resto de patitas, todas, también apéndices, también sensuales, que me atraen hacia tu centro. Cómeme estrellita. ¿No comprendes que si la X marca el lugar, con más derecho tú, que tienes más patas que ella, lo marcas doblemente? ¿Acaso necesitas que te lo explique? Pues te lo voy a explicar. Punta por punta, pata por pata, coleta a coleta, hasta que te quede claro. Y si después de todo tienes dudas, volveré a empezar desde el principio.