jueves, 11 de diciembre de 2008

Dimitri Eddy-on d'O

"Me lo presentaron después de un concierto de unos amigos en el que colaboró. Su nombre, Dimitri Eddy-on d'O. Un chico ruso, un chico negro.

Lo que puedo decir de él cabe en un párrafo:
Cultivaba un aire de José Luis López Vázquez y cierto folklorismo ecléctico. Bebía con la misma parsimonia con la que hablaba. Su mirada, no es que escondiera cosas, pero no lo contaba todo. Con su música pasaba lo mismo. Me aceptó un cigarro poco antes de despedirnos. Después supe que no fumaba. Más tarde me contaron que yo le gustaba. Y aún más tarde comprendí que él me gustaba a mí. Se fue al día siguiente.

Ahora no sé dónde buscarlo. No sé cómo encontrarlo. No tengo ninguna dirección, no dejó un teléfono. La banda lo conocía poco: no han sabido darme referencias. Sólo tengo su nombre: he probado con
Google pero él no sale.

Pichichi me sugirió que probara con una "búsqueda inversa". No comprendí.

- La gente, a veces, nos buscamos en Internet.
- Pero él no sabe mi nombre.
- No importa. Conoce el suyo, y por lo que me dices ninguna página habla de él en la web: crearemos una. Será tu mensaje en la botella.

Así que, ahora, confío mi suerte a que Dimitri se busque a sí mismo para encontrarme a mí.

Llamémosme Luisa. Digamos que me gustaría volver a verte, señor Dimitri."

jueves, 4 de diciembre de 2008

Maneras de vivir

- ¡pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, Pi-Pi-Pi-Pi, Pi-Pi-Pi-Pi, Pi-Pi-Pi-Pi, Pi-Pi-Pi-Pi, ---, ---, ---, ---, ---, --!
El despertador me despierta con una bofetada acústica: de un manotazo lo callo. Empieza otro día aunque es de noche. Las legañas se resisten a abandonar los ojos. La ropa está fría. El café me lo tomo en un bar, entre putas, policías y máquinas tragaperras. En la tele -a todo volumen- cuentan que un desgraciado neonazi ha molido a hostias a un chaval esta madrugada.

La ciudad resulta irreal a ciertas horas y en según qué circunstancias. Contra su voluntad, arrastro a mi cuerpo hacia la estación de metro. Digamos, por decir algo, que cojo la línea X, en Y. Digamos que me bajaré en Z, como siempre. Soy un hombre pudoroso, no me gusta dar demasiados detalles sobre mi vida real; así que me los invento. Doy los detalles de otro ser imaginario que también camina medio dormido, que al llegar a la estación descubre que su billete está agotado, que pierde el tren mientras hace cola para comprar un bono 10 y que se sube al siguiente convoy, consciente de que hoy también llegará tarde a su curro de mierda. Pero su suerte podría cambiar cuando menos se lo espera.

Cosa rara, hay un sillón libre -¡a estas horas!- así que me siento. Por la rendija que dejan mis párpados veo a un obrero viejo, a una estudiante pulcra y mojigata, a un negro de mirada perdida con cara de frío.
Abro los ojos cuando mi cabeza, vencida por el sueño, golpea la ventana del vagón. Estoy desnudo, excepto el bolso y los zapatos. a nadie parece importarle. El resto de pasajeros está a la suya. No me hacen ni caso y eso, más que consolarme me irrita. ¿Ni siquiera mi desnudez merece su atención? Pero el obrero lee el 20 minutos, la estudiante parece escribir un SMS, un grupo de... ¿oficinistas? Un grupo de lo que sea se cuentan sus chorradas del curro, o para ser más exactos, el tipo gordo y grande engominado bombardea al resto de compañeros con patrañas y marujeos. El negro no está; se habrá bajado. ¿Dónde coño estoy? ¡Seguro que me he pasado de estación!

<Próxima parada: PARADA. Correspondencia con las líneas 1 y 1>

¿Dónde estoy? No me suena esa estación. Me levanto y voy hacia la puerta, hacia el plano. Todas las líneas son amarillas, todas son la 1, todas las estaciones se llaman PARADA.

El ser imaginario, hipotético y patético, que comparte mis circunstancias se sentiría desorientado por la indefinición de esta red de metro. Me sorprendo al descubrir que a mí me reconforta la incertidumbre que introduce este cambio. Si todas las líneas son la 1, si todas las paradas son Parada, si todos los hombres nos llamamos José Luís, tal vez, al bajar del tren, haga sol. Puede que hoy yo sea jardinero, o abogado criminalista, o estudiante de filología lituana.

Ahora soy yo el que ignora al resto de los pasajeros y, cuando el tren se detiene, me bajo de un salto. Recorro la estación con la mirada. Por la megafonía suena "Maneras de vivir" y eso me pone más contento; no sé por qué, ni falta que hace. Entre las cabezas de la gente alcanzo a ver el cartel con el nombre de la estación -PARADA-, los planos de metro entrecruzados de líneas amarillas -las Líneas 1-, los carteles publicitarios con las mismas chorradas que se anuncian en todas las ciudades en navidad. Durante un instante más me quedo quieto, saboreando la excitación por salir a ver lo que hay fuera, dejándola crecer.
Los cogotes anónimos se alejan por la derecha; los sigo y allí la veo esperando. Su mirada me sonríe y me doy cuenta de que mi mirada también sonríe desde hace un rato. Se me ocurren mil formas de llamarla con nombres simpáticos y absurdos mientras me acerco a ella. Nos besamos, separados por un torno ridículo que sabe que tiene poco o nada que hacer.

- Ven. Me pasa una gabardina. Es para ti, afuera hace frío...
- ¿Y sol?
- Y sol.

Paseamos hacia su casa, hacia un desayuno con tostadas y mantequilla y croisants. Y un pitillo en la terraza abrazados por la cintura, calentándonos al sol de invierno.

- Pareces cansado. Vamos al sofá.
Me tumbo con la cabeza en su regazo. Mientras me acaricia el pelo, mi sonrisa se va aflojando, los ojos se me cierran.
- Tengo sueño.

Una tortuga se arrastra por la alfombra. En su caparazón leo "Duerme ahora y sueña, Pichichi."


[La idea del metro en el que todas las líneas son la "1" y todas las estaciones se llaman "Parada" es de Pablo y está inspirada en el diseño que algunas personas de mentes preclaras idearon para la red de metro de Valencia. A todos ellos estoy agradecido por igual.]

martes, 2 de diciembre de 2008

Churros para tres

- ¡Parece mentira, Manolo, que tenga uno que irse tan lejos de la patria para comerse unos churros como Dios manda!
- Sin duda Jordi. Añadiría, si me lo permites, que manda huevos.

Los churros en cuestión, de la variedad "porras", están tan duros que me he tallado una pluma sin dificultad, y tan grasientos que no necesito mojarla para escribir. El aceite refrito que se escurre por la punta de mi improvisada estilográfica se me antoja idóneo para tomar notas de la conversación que se desarrolla a pocos metros de mí. Jordi es un señor no muy alto, un poco calvo... bastante calvo, de mirada juguetona, por momentos resentida, que no oculta un fondo de dolor, inseguridad y lascivia. Manolo le saca la cabeza -y eso sentados-. Viste como le apetece porque es elegante por naturaleza. Sabe sonreír como un playboy, de eso no cabe duda. Su voz me parece más sensual y viril cuando vuelve a hablar:
- Dicen que las mujeres de aquí son ardientes...
- Eso dicen, Manolo.
- ¡Violentas diría yo! Recorre con sus dedos el moretón que lleva estampado en el pómulo mientras hace una mueca divertida.
- ¿La besaste?
- La besé. Y me pegó. Me rompió el corazón, jeje.
- Jaja. Dicen, Manolo, que aquí los gorriones comen en tu mano. Jordi muestra su mano: le falta un dedo y parte de otro.
- ¿Eso te lo ha hecho un gorrión?
- Me lo hizo el Pitbull que intentó comérselo. ¡Jaja! También él se llevó lo suyo, no te creas.
- Pero dicen que aquí la sanidad es gratuita y los médico muy buenos. ¿No pudieron reimplantarte?
- Me injertaron dos pepinillos en vinagre, pero no cogieron. Bueno, en realidad me los comí.

Jordi coge el periódico. Con su mano tullida no consigue pasar las páginas más que de diez en diez y pronto llega a los deportes.

- Deja que te ayude, compadre. Sus manos se rozan cuando Manolo pasa lentamente una página. cruzan una mirada, comparten una sonrisa.
- El Barça lo va a petar este año.
- A mí lo que me gusta es el jamón.
- A ti lo que te pasa es que eres del Madrid.

Pero el jamón puede más y por unos minutos se dedican a cantar sus excelencias, y las del chorizo y la morcilla, y los callos y la butifarra y el vino. El Vino.

- ¡Un Vino para mi compadre Manolo y otro para mí!
- ¡Por las mujeres!
- ¡Todas putas!

- ¡Por los amigos!
- ¡Por nosotros!

Apuran los vasos, se abrazan y se besan los bigotes apasionadamente mientras tocan las castañuelas. Después salen a la calle bailando una mezcla improvisada de Jota, Chotis y Sardana. En el bar suena "la gasolina". A mi churro estilográfico se le está acabando el aceite, será cosa de pedir otro.