lunes, 17 de noviembre de 2008

El paseo circular

Salgo a pasear con la primera luz de la mañana. Hoy sé a dónde voy, o mejor dicho, mis pasos siguen un camino preestablecido: caminaré todo el día detrás de mi sombra, dejaré que me guíe, que sea ella quien decida a dónde vamos. Así que también podríamos decir que no andaré solo, aunque ninguna otra persona o animal me acompaña.
Rumbo al oeste, con el sol en la espalda y un sombrero de paja en la cabeza. Quien me vea vagando cabizbajo pensará que un problema me abruma o que soy muy tímido. Aunque tal vez alguien adivine la realidad: que voy mirando lo que mi sombra me enseña, que estoy viendo el mundo, por un día, con los ojos de mi compañera. Salimos decididos a poner a prueba el mito de la caverna de Platón, o aquel otro que me contó David del soldado griego que iba a la guerra. Su amante, la noche anterior a la partida, pintó la sombra del soldado que el fuego proyectaba en la pared. Él murió, pero del calco de su sombra un alfarero construyó con arcilla, capa por capa, una escultura que representaba al soldado y que llegó a ser objeto de culto. Dejo que la idea me empape.

Mi sombra recorre el camino adoptando las formas de lo que toca. Piedras, hierbas, un surco trazado por una rueda. Pero el sol no entiende de seguir caminos y mi sombra me invita, al cabo de un rato, a continuar campo a través. La sigo con gusto y ella, que empieza a hacerse más pequeña al avanzar el día, me lo agradece encaminándose hacia la playa.
-¡Vamos a ver el mar!
-Vamos.

Caminar mirando mi sombra es hipnótico. Algunas ideas empiezan a formarse en mi cabeza como si tuvieran vida propia; algunos recuerdo surgen de mi memoria sin que yo los busque. Simplemente salen porque, en el fondo, los recuerdos son calcos de sombras de algo que pasó y que reconstruimos y reinterpretamos. Salen porque mi sombra los ha llamado. Recuerdo parajes similares a este erial arbustoso y recuerdo a personas con las que recorrí aquellos parajes que ahora proyectan su sombra sobre éste. Es como si dentro de mi cabeza hubiera un pequeño sol que alumbra las formas de mis recuerdos contra la cara interna de mi cráneo para que pueda contemplarlos.

Ya es casi mediodía y mi sombra empieza a cansarse. Hacemos un alto debajo del primer árbol que se cruza en nuestro camino. Saco un bocadillo y empiezo a comer. Aunque ahora no puedo verla, sé que mi sombra está comiendo la sombra del bocadillo. Hace calor. El sol está alto.

Para cuando llegamos a la playa, mi sombra ha crecido bastante y es casi tan grande como yo. No hay mucha gente ahora (ni muchas sombras de gente), pero encontramos la huella de alguien que se tumbó aquí. Mi sombra se acerca por los pies de lo que adivinamos que es la huella que dejó una mujer. Tal vez una chica que estuvo tomando el sol. Mi sombra olfatea la marca trazada por las piernas, sube hasta donde descansaron las caderas, recorre la espalda (o las tetas) hasta alcanzar la cara y la boca mientras sus manos de sombra se entretienen en el culo de la huella. Imaginamos que hacemos el amor con la chica... y con su sombra ¡Menuda orgía! Los pasos de nuestras amantes se alejan hacia el sol, en dirección contraria a mi sombra, y por un momento dudo, y no sé si seguirlos y buscarlas. Pero no; hoy es el día de mi sombra y es ella quien guía. Se está haciendo tarde. Hay que ir pensando en volver.

De regreso en la ciudad, entre la multitud, me llaman la atención las voces de dos jóvenes que caminan rítmicamente hacia mí, ajenos a las sombras, haciendo el payaso mientras cuentan a coro sus pasos "¡...cuatro, cinco, seis, siete, ocho!". Levanto la vista y mi mirada se cruza por un instante con la del chico cuando pasan a mi lado. Compartimos una risa hecha de vergüenza y felicidad rotunda; él pierde la cuenta.

Cuando andas siguiendo a tu sombra no ves ni la salida ni la puesta del sol, en cambio ves cómo desaparecen las últimas estrellas al alba y ves aparecer a las primeras de la noche. Conforme va llegando ese momento, mi sombra, ahora gigantesca, se diluye en el mundo, como si quisiera abarcarlo hasta el horizonte. Tal vez lo haga. ¿Quién sabe?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado la imagen de la sombra comiéndose la sombra del bocadillo. Bravo! Más, por favor...

Pichichi dijo...

¡Gracias por su albóndiga! Seguimos viviendo experiencias en este viaje y pronto verán la luz.

Anónimo dijo...

Muy hermoso. De todo lo que tenemos dicen que nuestra sombra es lo único que que nadie nos puede arrebatar... claro que a este paso a Esperanza le da por privatizarla! jajaja. ¡Besos!

Pichichi dijo...

Gracias Compresa de adamantium! Por cierto, qué hermoso nombre el suyo, jajjaja. No puedo parar de reirme desde que lo he leído. ¡Besos y abrazos!

ÉCHANGE dijo...

Pichichi, me he puesto cachondo leyendo la orgía de sueños y sombras. Sobretodo con los bocadillos! Joder, ¿Y si me llevo bajo el árbol un tupper con morcillas, chorizos y tortilla de patatas?
Me lo estoy pasando muy bien con tu blog.