jueves, 4 de diciembre de 2008

Maneras de vivir

- ¡pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi, Pi-Pi-Pi-Pi, Pi-Pi-Pi-Pi, Pi-Pi-Pi-Pi, Pi-Pi-Pi-Pi, ---, ---, ---, ---, ---, --!
El despertador me despierta con una bofetada acústica: de un manotazo lo callo. Empieza otro día aunque es de noche. Las legañas se resisten a abandonar los ojos. La ropa está fría. El café me lo tomo en un bar, entre putas, policías y máquinas tragaperras. En la tele -a todo volumen- cuentan que un desgraciado neonazi ha molido a hostias a un chaval esta madrugada.

La ciudad resulta irreal a ciertas horas y en según qué circunstancias. Contra su voluntad, arrastro a mi cuerpo hacia la estación de metro. Digamos, por decir algo, que cojo la línea X, en Y. Digamos que me bajaré en Z, como siempre. Soy un hombre pudoroso, no me gusta dar demasiados detalles sobre mi vida real; así que me los invento. Doy los detalles de otro ser imaginario que también camina medio dormido, que al llegar a la estación descubre que su billete está agotado, que pierde el tren mientras hace cola para comprar un bono 10 y que se sube al siguiente convoy, consciente de que hoy también llegará tarde a su curro de mierda. Pero su suerte podría cambiar cuando menos se lo espera.

Cosa rara, hay un sillón libre -¡a estas horas!- así que me siento. Por la rendija que dejan mis párpados veo a un obrero viejo, a una estudiante pulcra y mojigata, a un negro de mirada perdida con cara de frío.
Abro los ojos cuando mi cabeza, vencida por el sueño, golpea la ventana del vagón. Estoy desnudo, excepto el bolso y los zapatos. a nadie parece importarle. El resto de pasajeros está a la suya. No me hacen ni caso y eso, más que consolarme me irrita. ¿Ni siquiera mi desnudez merece su atención? Pero el obrero lee el 20 minutos, la estudiante parece escribir un SMS, un grupo de... ¿oficinistas? Un grupo de lo que sea se cuentan sus chorradas del curro, o para ser más exactos, el tipo gordo y grande engominado bombardea al resto de compañeros con patrañas y marujeos. El negro no está; se habrá bajado. ¿Dónde coño estoy? ¡Seguro que me he pasado de estación!

<Próxima parada: PARADA. Correspondencia con las líneas 1 y 1>

¿Dónde estoy? No me suena esa estación. Me levanto y voy hacia la puerta, hacia el plano. Todas las líneas son amarillas, todas son la 1, todas las estaciones se llaman PARADA.

El ser imaginario, hipotético y patético, que comparte mis circunstancias se sentiría desorientado por la indefinición de esta red de metro. Me sorprendo al descubrir que a mí me reconforta la incertidumbre que introduce este cambio. Si todas las líneas son la 1, si todas las paradas son Parada, si todos los hombres nos llamamos José Luís, tal vez, al bajar del tren, haga sol. Puede que hoy yo sea jardinero, o abogado criminalista, o estudiante de filología lituana.

Ahora soy yo el que ignora al resto de los pasajeros y, cuando el tren se detiene, me bajo de un salto. Recorro la estación con la mirada. Por la megafonía suena "Maneras de vivir" y eso me pone más contento; no sé por qué, ni falta que hace. Entre las cabezas de la gente alcanzo a ver el cartel con el nombre de la estación -PARADA-, los planos de metro entrecruzados de líneas amarillas -las Líneas 1-, los carteles publicitarios con las mismas chorradas que se anuncian en todas las ciudades en navidad. Durante un instante más me quedo quieto, saboreando la excitación por salir a ver lo que hay fuera, dejándola crecer.
Los cogotes anónimos se alejan por la derecha; los sigo y allí la veo esperando. Su mirada me sonríe y me doy cuenta de que mi mirada también sonríe desde hace un rato. Se me ocurren mil formas de llamarla con nombres simpáticos y absurdos mientras me acerco a ella. Nos besamos, separados por un torno ridículo que sabe que tiene poco o nada que hacer.

- Ven. Me pasa una gabardina. Es para ti, afuera hace frío...
- ¿Y sol?
- Y sol.

Paseamos hacia su casa, hacia un desayuno con tostadas y mantequilla y croisants. Y un pitillo en la terraza abrazados por la cintura, calentándonos al sol de invierno.

- Pareces cansado. Vamos al sofá.
Me tumbo con la cabeza en su regazo. Mientras me acaricia el pelo, mi sonrisa se va aflojando, los ojos se me cierran.
- Tengo sueño.

Una tortuga se arrastra por la alfombra. En su caparazón leo "Duerme ahora y sueña, Pichichi."


[La idea del metro en el que todas las líneas son la "1" y todas las estaciones se llaman "Parada" es de Pablo y está inspirada en el diseño que algunas personas de mentes preclaras idearon para la red de metro de Valencia. A todos ellos estoy agradecido por igual.]

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola chico de la nariz de payaso. Me ha encantado tu relato.

Te deseo que encuentres lo que necesitas.

besos

ÉCHANGE dijo...

Joer... ya lo tenía jodido para orientarme por Valencia... y ahora mejor que no coja el metro para ir a VEN AGUA SÍ! Yo que siempre he ido en metro hasta allí!

Anónimo dijo...

A mí me pasó eso una vez. Me bajé en Parada, en la línea 1, me llamaba Jertrudis (con J) y estudiaba filología dálmata. No recuerdo si hacía sol, seguramente, porque de lo contrario habría llevado el paraguas fucsia y el chubasquero amarillo que venden en la tienda que hay al lado del bar de putas, policías y máquinas tragaperras. Por cierto, el café ahí es veneno. Cámbiate al otro, el de los azulejos azulados y la cabeza de toro disecada.

Pichichi dijo...

Anónimo: ¡gracias por sus deseos! Quien tiene una nariz de payaso tiene un tesoro; si a eso le sumamos otros objetos mágicos que obran en mi poder, no me cabe duda de que encontraré algo, o algo me encontrará a mí.

Echange: Lo bueno de que todas las líneas y paradas se llamen de la misma manera es precisamente que, a partir de ese momento, importa un pimiento a dónde vayas. Lo importante es la actitud, que la comida sea buena y que haya vino suficiente.

Anonimilla Volatriz: Lo primero, que me encanta su nombre. Tanto Anonimilla como Jertrudis (con J). Sin duda el café es veneno, pero huele a canela. Pero es veneno... Espero que otra vez que visite Parada coincidamos y que me enseñe el bar de azulejos azulados. Prometo pagar una ronda.

¡Besos a tutiplén!

Anónimo dijo...

Hola, tienes un blog muy bueno si señor. Leyendo tu blog he recordado algunso libros que lei hace muchoooo tiempo...que aparecian personajes con pensamientos oscuros y muy melancolicos, como alguno de Unamuno y del Dovstoyevski o como se llame jejeje

Pichichi dijo...

Hola Anónimo. Gracias. Es cierto que esto blog no es lo que se dice "la alegría de la huerta", jeje. Pero ya vendrán relatos más alegres y tiempos mejores.
Abrazos!

la princesa inca dijo...

los metros y sus líneas son de lo más creativo y más inquietante poéticamente para mí;la mitad de lo que escribo viene de ese submundo...allí nos reunimos todos por lo visto..que hermosa coincidencia..
saludos pichichi...

Pichichi dijo...

A veces bajar al metro es cómo viajar al subconsciente si es que existe ese lugar... La experiencia se completa cuando vuelves al exterior. Son viajes circulares, o más bien en espiral o algo.

Esto independientemente de que van de puta madre para ir de Amistat a Plaza de España, por ejemplo.

Anónimo dijo...

Fantástico!